Un dilema moral en una situación extrema y dramática es la base argumental de En Chance Til, la última película de la directora danesa Susanne Bier, que en 2010 ganó un Oscar en la categoría de habla no inglesa con Heaven. La directora vuelve a emocionar con una historia sobre el vínculo de un padre con su hijo recién nacido, en un film demoledor e impactante que no deja indiferente al espectador.
Un fuerte aplauso, y también el sonido del uso de kleenex, fue la primera reacción tras la proyección para prensa, que tuvo lugar en la sala principal del Kursaal y que colgó el cartel de “no hay entradas”. Una merecida ovación para una película protagonizada por Nikolaj Coster-Waldau, muy popular gracias a Juego de Tronos, y Marie Bonnevie, que interpretan a una idílica pareja que acaban se der padres por primera vez y bien podrían ser los protagonistas de un anuncio de Ikea. Él vive la realidad más dura a través de su trabajo como policía, donde trata con el submundo marginal y es testigo de las injusticias que plantea la vida y que empiezan el mismo día que nacemos. ¿Pero quiénes somos para juzgar la vida de los demás a partir de las apariencias y estereotipos sociales? Ese interrogante parece planear durante toda la película tal y como afirmó la propia directora con los medios en la rueda de prensa posterior a la proyección.
Las primeras impresiones del espectador se van derrumbando a medida que se entra en la vida de los personajes protagonistas, especialmente cuando un trágico acontecimiento les cruza con otra pareja: él delincuente peligroso y ella prostituta, ambos enganchados a la droga. También tienen un hijo recién nacido y la comparación entre ambos es odiosa. Son la cara a y la cara b de una sociedad que a veces brilla en una casa lujosa en las afueras y por momentos se apaga en las paredes de un piso inhóspito y caótico que es todo menos un hogar.
Las coincidencias y la fatalidad cruzan la vida de ambos y dan pie a una carrera de obstáculos, en las que el personaje principal, el policía encarnado por Coster-Waldau, se ve empujado a una serie de decisiones poco éticas aunque humanas. Sin ser una víctima, el actor encarnó a su personaje sin considerarlo como tal, actúa movido por el amor a su hijo recién nacido y su voluntad de preservar la unidad familiar, que se desmorona a la misma velocidad que sus valores morales. El protagonista va tomando una serie de decisiones que desencadenan consecuencias propias de una tragedia griega.
Excelentemente interpretado- ante la carga dramática de las escenas, la directora dio libertad para la improvisación- y con un ritmo trepidante, Susanne Bier vuelve a plantear un retrato de la familia, un tema que le obsesiona como profesional y persona. Un vínculo que no siempre es fácil y que, como el título de la película, a veces merecería segundas oportunidades.
Recomendamos esta película a los espectadores a las que les guste indagar en el alma humana, con todos sus claroscuros y la desaconsejamos a aquellos que no les guste salir del cine con un nudo en el estómago.