60 SEMANA INTERNACIONAL DE CINE DE VALLADOLID (y III)
Entre las restantes secciones
Como ya apuntaba en la primera entrega, además de la sección oficial –con las películas dentro y fuera de la competición-, otro puñado de secciones y ciclos redondeaban una oferta sencillamente inalcanzable. Ahí estaban Punto de encuentro, con su jurado, sus largometrajes y cortometrajes, Tiempo de historia y DOC España, con su imprescindible recorrido por el cine documental, Spanish Cinema, Castilla y León en largo y corto, la retrospectiva sobre el cine finlandés, país invitado, los ciclos Femenino Singular y Talentos del siglo XXI (Inéditos), Cine & Vino, etc. Picoteando un poco de aquí y de allá, pude ver un puñado de recomendables títulos, como el documental vencedor La granja del Pas, de Silvia Munt, excelente aproximación a las luchas de las PAH, capaz de dar la voz a los auténticos protagonistas y poner en tela de juicio todos y cada uno de los abusos del capitalismo. Me decepcionó La decisión de Julia, de Norberto López Amado, pese a las excelentes interpretaciones, encabezada por la indiscutible Marta Beláustegui, una temática apasionante contada en blanco y negro con unas maneras que invitaban a pensar en un trasnochado modelo del cine español de finales de los años cincuenta, teatral y folletinesco. Todo lo contrario en el terreno documental: Droga oral, de Chus Gutiérrez, constituye un documento valiosísimo sobre cualesquiera tipo de droga, legal o no, de buena o de mala calidad, del pasado o del presente, cuyo grado de análisis y de diversión queda resumido en esa reivindicación fuera de serie: “es preferible un camello que un farmacéutico”; El testament de la Rosa, de Agustí Villaronga, un excepcional ensayo en torno a la desaparecida gran actriz Rosa Novell, un sentido y fascinante homenaje/reconocimiento que estéticamente sólo admite comparaciones con el gran Pasolini de Rogopag; Tras Nazarín, de Javier Espada, un documental que va creciendo una a cada visión y que, después de su impresionante recorrido internacional, comienza una andadura por España –pronto lo encontraremos en Gijón- acercándonos a la enorme realidad de la magistral película de Luis Buñuel Nazarín y a su singular proceso de creación…
El repaso al reciente cine español me permitió repescar Las altas presiones, de Ángel Santos, espléndidamente interpretado por Andrés Gertrudix, un recomendable relato de ficción que pega su cámara a un protagonista, un paisaje y unas memorias y ausencias cargadas de capacidad sugestiva. Y, aun a riesgo de olvidar algún título –cosa que en la Seminci de Valladolid evidencia lo maravillosamente enorme que es su oferta-, quiero cerrar esta crónica comentando algunos cortometrajes: unos, como el ganador, El adiós, de Clara Roquet, no me entusiasmaron demasiado, como sucedía con Café froid, de Lansaque y Lero, con Hyvää joulua / Feliz Navidad, de Matti Ijás, con Nothing Stranger, de Pedro Collantes, con Presente imperfecto, de Iair Said, entre otros, aunque poseían indiscutibles aciertos aislados; me pareció una pérdida de tiempo el belga Perdition County, de Raphäel Crombez, y me robaron el corazón dos cortos de animación sencillamente apasionantes: el canadiense Autos portraits, de Claude Cloutier, y el australiano Ernie Biscuit, de Adam Elliot, un fabuloso trabajo con plastilina cuyas conclusiones finales resumen las bondades de la Seminci: el amor es ciego y el silencio es oro. Una pasada.
ANTONIO LLORENS