Este artículo está dedicado a la memoria de mi abuela Paulina Hernández (1915-2012).
“La muerte es un pájaro negro que se lleva la vida de una persona, pero jamás se podrá llevar el recuerdo de sus seres queridos”.
¡Siempre estarás en nuestro corazón, abuela!
Hola, queridos camaradas, aquí estoy una vez más para hablar un poco sobre este invento llamado cine. Un invento gracias al cual un vampiro puede ver otra vez el amanecer sin quemarse, o podemos ir a Egipto sin coger un avión o, mejor dicho, sin tener la cartera llena de dinero. Un invento en el que ahora, por lo visto, los cineastas han querido indagar sus inicios, o al menos lo han intentado, como el director ganador del Óscar por The artist (o, por otro lado el propio Scorsese con La invención de Hugo). Así que vamos allá con este tema.
Yo me he criado en una familia muy cinéfila. Mi padre y mi abuela siempre hablaban de cine, de películas, de sus aventuras y demás. Y como no, aquí a vuestro querido camarada se le pegó rápidamente la afición. Según mi madre, ya a los doce meses de edad veía películas. Sí, películas. Pensad que antes no daban tantos anuncios y a los tres años, según mi abuela (y no es coña), me encantaban las pelis de James Bond. “Ossea” -como diría Chabeli-, que a los cinco años ya era todo un experto en esto del séptimo arte (léase esto último entre comillas, claro).
Cuando empecé a tener una edad para razonar, muchas preguntas empezaron a salir de mi cabecita. Preguntas como: ¿Cuándo empezó esto del celuloide?, ¿qué director es mejor?, ¿qué es un encuadre?, etc. Y ahí estaba mi abuela para explicármelo. Ella siempre me decía que las películas se tenían que ver con el corazón y no con los ojos. Ella me explicaba que ver una peli de Chaplin en el cine era mágico, que la gente se reía sin cesar y que notaba que en ese momento no estaba en el planeta Tierra sino en el Mundo de los Sueños, porque todo el mundo era feliz gracias al maestro Charlot. No había celos ni rencillas, no había peleas sobre política o religión, sólo había risas. Qué forma tan elegante, señores, de explicar en dos palabras qué es el cine. Así era mi abuela.
¿Que por qué os cuento todo esto? Pues es muy sencillo. Ahora todo el mundo se ha vuelto loco con la película ganadora del oscar. No paro de escuchar en radio y televisión, o de leer en la prensa escrita, que es un peliculón. Que es una obra maestra, y que su director, Michel Hazanavicius, ha traído una vez más el cine mudo. Y yo me pregunto… ¿Por qué la gente no acude a las bibliotecas donde hay disponible mucho cine mudo que ver?. Dicen que The artist es muy original y que, sobre todo, rescata totalmente la esencia del cine de aquella época. Ante esto, yo, ¡ja!, me río.
En primer lugar he de congratularme que la gente mire un poco hacia atrás, sobre todo que la gente joven se interese por un cine que no conoce. Y puede que alguno diga “pues mira, voy a ver alguna de aquellas viejas pelis, a ver qué tal”. Pero ante lo de que The artist respeta y lleva consigo la esencia del cine mudo yo digo rotundamente que no es así. El guión es ñoño y, que yo sepa, jamás se ha visto una película muda en la que los actores interpreten así. Es un guiño (y voy a ser fino) al cine de aquella época. Pero de cine mudo no tiene nada. Pero claro, como no hablan y está rodada en blanco y negro es cine mudo. ¡Vaya! No me había dado cuenta. Pues no, camaradas, el cine mudo no es eso y voy a explicar el porqué.
Empecemos con la parte argumental: el cine mudo habla sobre la tristeza, la desesperación, especialmente de las miserias humanas; y eso lo hacían muy bien Chaplin, Keaton o Vidor. Hacían películas directas y sin tapujos. Eran películas que hacían pensar que teníamos que hacer un mundo mejor que aquel que estábamos construyendo. Películas como Las tres luces, Amanecer o La quimera del oro estaban realizadas por directores que no contaban tonterías y esperaban, además, una buena taquilla. Eran cineastas, no ganadores de Oscars (entre otras cosas, porque aún no existían los premios de la Academia de Hollywwod). Eran historias que indagaban en lo más profundo de la bondad y de la maldad. Eran películas hechas para los pobres, para la gente de la calle, que no iban al teatro o a la ópera. El cine nació en las calles, con cineastas y actores fracasados europeos que aprendieron a rodar para poder comer. ¿Dónde está todo eso? ¿Dónde está esa esencia en The Artist? Porque yo no la veo por ningún lado. Sólo veo el hincapié que se hace al cambio del cine mudo por el sonoro. De lo malo que fue para algunos actores, pero ya está. Para mí el guión es muy flojito y superficial.
En la parte técnica destacaría que una de las cosas más importantes del cine mudo era su constante insistencia, a la vez que necesidad, de aportar un lenguaje propio al celuloide. No fue hasta que llegó el maestro de maestros, D. W. Griffith, con filmes como Intolerancia…
… o El nacimiento de una nación…
… (para muchos, y yo me incluyo, las dos películas “madres” de la historia del cine) que el cine no consiguió algo de lo que carecía: el lenguaje cinematográfico. Georges Méliès, con todos mis respetos, simplemente ponía la cámara en un trípode, hacía un plano general y ¡a rodar! Pero Griffith le dio movimiento a la cámara, le dio profundidad al plano, en definitiva, le dio vida al cine.
Luego fueron llegando otros maestros como Fritz Lang (Metropolis)
o Murnau (Amanecer) y le dieron otro sentido a todo esto. Gracias a todos ellos, el cine es lo que es hoy en día. Mi pregunta, entonces, es la siguiente: ¿Dónde hace referencia The Artist a todos ellos, a los padres del cine? ¿Qué aportación técnica y narrativa, como hizo Lang en Metropolis, ha hecho al cine este filme? Porque si haces un homenaje al cine mudo, debes tener todas estas constantes presentes. Porque el hecho de no hablar y el estar filmada en blanco y negro no es suficiente para que se diga que es una película de cine mudo. ¡Pero, claro! Si es una peli de oscar…
Nota: He visto muchas películas pero, amigos, en la actualidad, salvo muy pocas excepciones, no he visto filmes con tanta fuerza y tan brutalmente sobrecogedoras como las del cine mudo. Esas historias de Chaplin o Murnau no han sido igualadas ni por asomo. Y bien que lo siento. The Artist, le pese a quien le pese, no es una película de cine mudo. Me lo dicen mis candilejas… ¡Y mis Lágrimas de celuloide!